viernes, 23 de agosto de 2019

La voz de Medusa

Caminaba un anochecer de agosto por debajo de la acrópolis cuando una mujer llamo mi atención, me hacía señas para que me acercara y nadie más padecía fijarse en ella, cuando estuve lo suficientemente cerca, ella comenzó a hablarme en un castellano con un acento extraño y la verdad es que no fui capaz de calcular su edad, yo fascinado por su mirada no pude hacer más que escucharla.

Esta es mi historia, una historia que ha sido repetida muchas veces y usada por múltiples personas para muchos fines y, sin embargo, nadie la ha oído de mis labios como lo estás haciendo tú ahora, el tiempo y las muchas versiones han convertidos a unos en héroes y a otras nos han convertido en villanas, esa es la razón por la que estoy ahora aquí contigo bajo la Acrópolis de Atenea, para que escuches mi historia. Pues yo soy La guardiana medusa, no temas mi mirada, no al menos hoy, la ciencia de los hombres ha creado cosas como los cristales que cubren mis ojos para que no te afecten.

Doce años contaba cuando llegué a una Atenas muy distinta a la que ves ahora, cuando aún no llenaban el cielo el ruido de las campanas de las iglesias, sino los sagrados cantos de los Himnos que sacerdotes y gentiles dedicaban a los dioses, el templo de la diosa y su colosal estatua robó mi mirada, de la que ya nunca se fue.
El momento en el que hice el juramento de Sacerdotisa, cuyas palabaras no pronunciaré ahora, fue el más feliz de mi vida aunque también fue el momento en el que sellé mi destino y mi condena.

Al crecer, no solo me desarrollé más como mujer, sino que fui bendecida con belleza y sabiduría, mis cabellos se llenaron de tirabuzones y rizos dorados como el grano en los campos, mis ojos de color miel eran envidiados por algunas de mis compañeras del templo y muchos eran los hombres que en secreto deseaban poseerme aunque yo, una estúpida e inocente muchacha, no me diera cuenta.

Contaba con 15 años cuando un extranjero, un pirata venido de ultramar, intentó asaltarme cuando volvía a mi casa de las celebraciones de la Kallunteria, se abalanzó contra mí e intentó forzarme, pero fui capaz de repelerle con mi daga ceremonial, lo que hizo que este gritara  llamándome hechicera y hullera, clamando venganza, corrí como pude hasta que me encontré a salvo y, sin embargo, sabía que la cosa no iba a quedar así, que  tarde o temprano me las vería con él  de nuevo, desde entonces pedí ir siempre acompañada por Esteno y Euriale , dos de las sacerdotisas de más edad, tan altas y fuertes que hacían temblar de miedo a quien osara mirarlas.
El tiempo transcurrió y aunque hubo problemas en Atenas  se fueron solventando y la Acrópolis y sus templos se mantenían intocables incluso en la guerra, nadie parecía siquiera osar pensar en tocar la casa de la hija de Zeus, el que amontona las nubes  y domina el  rayo.
Tonta era yo al creerme a salvo de la ira de un hombre de mar.
Era la noche antes al ritual de las kallunteria, cuando la diosa abandona la ciudad y por un día con su noche perdemos su protección, llegó con sus hombres tan rápido y con tanta furia que los guardias que protegen el recinto de las sacerdotisas ni siquiera pudieron reaccionar y mis compañeras debieron defenderse a sí mismas con lo que tuvieran a mano.
Yo estaba esa noche protegiendo no solo las ofrendas que se usarían al día siguiente en los festivales de la kallunteria y la pintiria sino también las reliquias que se usaban en la celebración de los misterios de Atenea que se llevarían a cabo esa noche y después del festival para despedir y recibir a la diosa en su lugar cuando ella volviera,  posición en la cual no me estaba permitido portar armas mientras durase mi guardia que terminaría con la salida del Sol para continuar la noche siguiente.

De repente todo se volvió una locura, sonaron las alertas de que sufríamos un ataque, una tormenta estallaba sobre Atenas como si Poseidon, el que hace temblar la tierra, en su cólera quisiera echarlo todo abajo.

Al principio no lo reconocí, mojado y manchado como estaba con la sangre de mis hermanas y de nuestros guardias, con una armadura resplandeciente y unos ojos que ardían de ira y lujuria contra la mujer que años atrás lo había rechazado. Parecía un dios, como si el mismísimo señor del mar hubiera venido a reclamar lo que era suyo… y así lo contarían en adelante, que fue Poseidon el que me deshonró … como si los mortales no fueran lo suficientemente capaces de actos tan deleznables …

Atrapada y herida, clamé a mi diosa protectora y cuando pensé que esta no acudiría, que me había abandonado, su voz sonó en mi corazón dándome fuerzas para lo que debía hacer. Aunque sabía que el precio que pagaría sería terrible, desde fuera del lugar donde yo estaba los gritos de las sacerdotisas y el sonido de las espadas no permitían vacilación alguna,
así que pese al miedo y al dolor pude concentrarme y dejar que la ira de la diosa me llenara por completo, cuando mi captor, henchido de victoria, se dio cuenta, entre sus brazos ya no había una chiquilla indefensa, sino una diosa vengadora, pues mi rostro antes bello se había vuelto monstruoso y mis suaves cabellos habían sido sustituidos por serpientes venenosas que siseaban y se retorcían como si de la tormenta que arreciaba fuera se tratara.
Ahora la tormenta era yo y clamaba venganza.

Al verse en desventaja, corrió como un cobarde alejándose con los hombres supervivientes (algunos de los cuales quedaban petrificados de terror al verme) hasta sus sucios barcos, pero el daño ya estaba hecho, mi transformación no tenía marcha atrás . Cuando la noche siguiente mis superiores vieron que lo que consideraron una maldición por mi lujuria y por haber traído la verguenza y la destrucción al templo no era controlable decidieron que partiría al exilio junto con quien quisiera acompañarme, solo mis eternas compañeras, que ya eran como mis hermanas, Esteno y Euriale, junto con un soldado quisieron acompañarme ...
Nuestros pasos nos llevaron hasta las lejanas tierras de Tartessos, donde están las columnas de Hércules, allí encontramos refugio en una caverna escondida en unos acantilados de difícil acceso, al principio hubo quien se acercó con curiosidad, pero pronto aprendieron a evitarla y solo mi siervo Sander iba entre la cueva y las aldeas.
Una pena que los humanos tengan tan poca  memoria …
el tiempo pasó y muchos fueron los aventureros que, no sé si por valentía, estupidez o una peligrosa mezcla de ambas, intentaron matarnos, pero todos se paralizaban de miedo cuando se cruzaban con nuestra mirada, hasta que la cueva y sus cercanías se convirtieron en un cementerio de estatuas. Conforme mis víctimas crecían, también crecía el odio a nuestro alrededor y nuestra leyenda. Un día alguien despeñó a Sander, encontramos su cuerpo roto en la playa y mi corazón se quebró, empecé a evitar a mis hermanas, no quería hablar ni estar con nadie y solo rezaba para que todo terminara, Atenea me dijo en sueños que los dones de los dioses no podían ser retirados y yo maldije mi suerte, - ¡Ojalá ese malnacido me hubiera matado! Por muchas lunas pedí que alguien acabara con mi sufrimiento y para empeorar las cosas mi vientre empezaba a crecer, ¿y si cuando naciera el bebe se convertía en piedra? nunca lo superaría, enloquecería. Cuando mi hermana Esteno me predijo que vendrían dos, ya mi corazón dio un vuelco, no solo podría acabar con una vida, sino con dos, definitivamente me mudé a una cueva cercana, pedí a mis hermanas que me dejaran estar sola por primera vez.
No fue hasta que mi vientre estuvo ya maduro que mis oraciones fueron oídas, se acercaban las fechas en las que la kore se prepara para volver con su madre, los dolores eran cada vez más frecuentes, pero yo no permitía que mis hermanas me atendieran, ni siquiera que estuvieran cerca, sabía lo que se avecinaba, el frío acero se sentía ya en el aire y no quería que ninguna de mis hermanas fueran heridas o muertas por impedirlo, los elegidos de la diosa sabemos cuándo se acerca el momento.
Vino en una noche tranquila mientras yo dormía "no sufras" , no sentí dolor alguno, mi último pensamiento fue para mis hermanas y mis hijos, para mi diosa y para Sander... ¿Estaría mi fiel compañero esperando al otro lado? Mientras mi espíritu abandonaba mi cuerpo, pude ver cómo mis hijos habían venido al mundo, Pegaso, el corcel de blancas crines, sirvió de montura para la huida del héroe que había terminado con mis sufrimientos mientras mi otro hijo, que fue llamado Crisaor y fue el primer rey de tus antepasados, tan dorado como lo fue su madre, lloraba en los brazos de mis hermanas ante mi cuerpo decapitado.


De nuevo te pido que no maldigas a Perseo por mí, supe después que usó mi cabeza para liberar a dos mujeres, entre ellas, su madre, que era cautiva de mi auténtico asesino, tampoco llores ni te lamentes por mí, yo fui recibida por mis seres queridos al otro lado, mis padres, amigos y hermanas que partieron antes que yo, allí estaba Sander, tan dulce y atento como lo recordaba y, por encima de ellos, ella estaba allí... No encontré al otro lado las oscuras moradas de Hades o Tártaro como dicen los mitos, sino la luz de mi diosa, de mi verdadera madre, me recibió entre sus brazos con su sonrisa radiante, ella me llevó siempre en su corazón, puso mi cabeza en su escudo y lo usó siempre para proteger a quien lo necesitó, mi rostro adornó casas, templos y oráculos, ella tornó las lágrimas de mis hermanas en la dulce música de la flauta, en otras palabras, no me dio muerte… me hizo inmortal.
Ahora que ya la conoces, tú eliges lo que hacer con esta historia que ahora también es tuya, si guardarla en tu corazón o contarla a otros, la elección es tuya…

Mientras el viento arrastra estas últimas palabras, ella ha desaparecido con una última sonrisa, ya se ha hecho de noche y yo he de regresar a casa, aunque ya nunca seré el mismo.